Una de las contribuciones más valiosas e interesantes que
haya hecho el Dr. Selye, ha sido señalar que todo ser humano comienza su vida
con cierta reserva de fuerza vital o energía de adaptación. Una vez que ésta se
termina, no puede ser renovada. Es como una cuenta bancaria de la cual podemos
sacar dinero, pero en la cual no nos permite hacer depósitos.
Mucha gente usa esta vitalidad, la restaura de provisiones
superficiales, y se engaña creyendo que el descanso ha compensado la pérdida.
Por el contrario, cada ocasión en que se usan las reservas profundas de fuerza
vital, deja una cicatriz.
El hombre que cree abusar de su cuerpo más allá de los
límites normales y luego restaurar la pérdida con unas horas o unos días de
descanso, se engaña a sí mismo. Es como el manirroto que saca dinero de sus
ahorros, lo coloca en su cuenta de cheques, lo gasta y razona que no ha sufrido
ninguna pérdida.
Es cierto que un individuo puede esforzarse hasta el límite
de su capacidad durante varios días. Y
luego una buena noche de descanso puede refrescar y restaurar su energía vital
casi al nivel original.
Nótese que hemos dicho casi. Poco a poco la fuerza constitucional se desgasta. El
esfuerzo, en alguna parte del organismo, está disminuyendo las defensas. El
resultado de este proceso es lo que llamamos envejecimiento. El cuerpo no es
más fuerte que su parte más débil. Y un día se quebrantará.
Encontramos una analogía conveniente en el vuelo de un
avión. El piloto puede prepararse con gran cuidado para su viaje. Pero una vez que
ha despegado, se halla a merced los factores que no puede cambiar. Uno es su
provisión de combustible. El otro es la calidad de tensión que puede resistir
la parte más débil de su avión. Él puede hacer planes para usar su provisión de
combustible en la mejor forma posible. También puede procurar evitar hasta donde
pueda la turbulencia. Pero no puede aumentar la cantidad de combustible ni
reforzar la tolerancia al esfuerzo de la parte más débil del avión, una vez que
está en el aire.
Por esta razón los fabricantes de aviones gastan sumas
astronómicas con el fin de determinar cuánta tensión puede soportar la parte
más débil de un avión sin causar daños estructurales.
¿Cuánto puede resistir la aeronave en un lugar determinado?
Las cámaras fotográficas de alta velocidad que registran los resultados de
estas pruebas, muestran la manera cómo ciertas pequeñas sacudidas rítmicas se
desarrollan hasta convertirse en violentas vibraciones, hasta que el ala se
quiebra en dos y se desintegra. Todo ello es el resultado de la fatiga metálica
causada al oscilar el ala repetidamente hacia arriba y hacia abajo, lo cual
produce la concentración de la tensión en un punto determinado de la
estructura.
También la gente es así. Ni el cuerpo ni la mente pueden
resistir demasiado esfuerzo o tensión en mismo lugar. Miles de personas se
hallan en los hospitales mentales debido a que en sus mentes se han
desarrollado verdaderos surcos. Los mismos pensamientos, los mismos problemas,
los mismos temores y frustraciones, han hecho una huella cada vez más profunda
hasta que la mente se ha desequilibrado. La mente podría haber resistido gran
variedad de problemas. Pero no pudo aguantar el mismo, incesantemente.
La mente humana es el computador más elaborado que se ha
producido. Pero es demasiado delicada como para resistir la violencia de un
impacto continuo en un mismo punto. Y las mentes sobrecargadas, tal como los
circuitos eléctricos sobrecargados, se las arreglan para quemar a veces un
fusible. Ni la mente ni el cuerpo pueden ceder más allá de cierto nivel.
Los doctores H. S. Liddell y A. B. Moore, psicólogos de la
Universidad de Cornell, Estados Unidos; revelaron que, en ciertos experimentos
llevados a cabo con ovejas, una serie de incidentes cotidianos desagradables,
aplicados en forma repetida, pueden con el tiempo transformar a una oveja en un
animal neurótico que bala incesantemente, y con el tiempo puede causarle la
muerte.
Eso mismo es lo que sucede a los seres humanos. El Dr. Juan
Schlinder Dler, ya fallecido, declaró que “la mayoría de los casos de
enfermedades de origen emocional son el resultado del monótono gotear de
emociones desagradables, la carga cotidiana de ansiedades, temores, desánimos y
anhelos”.
Esta declaración nos recuerda la tortura de la gota de agua.
¿Existirá alguna persona capaz de resistirla?
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