lunes, 20 de julio de 2015

3. Postrados por la Fatiga (3a parte)

3. Postrados por la Fatiga (3a parte)
GEORGE VANDEMAN
    Alguien pensará: "¡Pero yo necesito un estimulante! Necesito la energía adicional que provee. Sin él no puedo funcionar".
    Sí, ¿pero sabía usted que hay estimulantes muy efectivos que no tienen ningún efecto posterior depresivo? Desde luego, no los encontraremos en la farmacia.
    Por ejemplo, pruebe a darse un baño caliente de lluvia en la mañana, seguido por uno completamente frío.
    Hace algún tiempo, me encontraba al en una de las ciudades del este de los Estados Unidos, dando una serie de conferencias, y cierta noche hablé acerca de este tema, e hice énfasis en el baño de lluvia frío. Durante la reunión de la noche siguiente, me fue enviada esta nota:
    "Estimado Señor Vandeman: Esta mañana mi esposo me dijo: 'Si oyes un aullido y ves un cuerpo azul que sale disparado de la casa, no te alarmes porque ése voy a ser yo. Me voy a dar uno de esos baños fríos'. Bueno, así lo hizo, y no he sido capaz de hacer ninguna cosa a la par de él en todo el día. Tendré que tomar un baño frío yo también, para poder alcanzarlo. ¡Me alegro de que usted no haya continuado haciéndole propaganda al baño frío!"
    ¡Evidentemente, se me olvidó sugerir que comenzara con un baño caliente!
    Sí, si usted desea un estimulante, pruebe a darse un breve baño frío de lluvia. Y luego, escoja entre los siguientes ejercicios: el trote, el ciclismo o las caminatas. Son los mejores de todos. O bien, trabaje en el jardían o haga ejercicios al aire libre. Lo que usted quiera. Todas éstas actividades son gratuitas, y cada una de ellas constituye un estimulante, sin efectos secundarios. Quitarán sin falta las telarañas de nuestra mente, y harán que nuestro paso sea elástico. ¿Dije que no habría efectos secundarios? Bueno, es probable que al principio los músculos se sientan un poco adoloridos.
    Ahora bien, ¿es posible que un régimen alimentario inadecuado produzca cansancio?
    Digámoslo de otro modo: ¿disminuye la fatiga un régimen alimentario adecuado? Yo creo que sí. Pero más adelante volveremos a referirnos a esto. Me propongo describir a un grupo de personas que se hallan casi totalmente desprovistas de fatiga -y explicar qué es lo que comen.

3. Postrados por la Fatiga (2a parte)

3. Postrados por la Fatiga (2a parte)
GEORGE VANDEMAN
    He descubierto que ciertas citas bíblicas tienen más de una aplicación. Aquí se describe la vida futura. ¿Pero no es cierto que, aun en esta vida, los que corren no se cansan tanto, y los que caminan no se fatigan?
    Alguien dirá: "Sñor Vandeman, estoy cansado. ¿Quiere usted decir que la forma en que puedo descansar es salir a caminar o a correr?"
    Eso es exactamente lo que nos dirán los que caminan y corren. Son los que se dedican en forma regular a correr, a trotar o a caminar, los que no se cansan con tanta facilidad. Efectivamente, el descanso excesivo produce fatiga. El descanso excesivo acumula fatiga, la cual se vuelve crónica.
    La verdad es que no hemos sido proyectados para la inactividad. En el universo de Dios, todo se encuentra en movimiento constante. Las leyes de la naturaleza, las leyes de la física, y las leyes del espacio, son leyes de acción.
    Las estrellas y los soles se mueven raudos en sus órbitas perpetuas. La tierra gira mientras se traslada alrededor del sol. Los ríos corren hacia el mar. El mar estrella sus ondas contra las costas. La savia corre por los troncos de los árboles. Las hojas aparecen. Los capullos se abren. El pasto crece. Las flores desdoblan sus pétalos en toda su delicada belleza.
    Todo en el universo se halla activo, vibrante, vivo. Hasta los átomos se hallan en movimiento constante, en sus prisiones de madera o acero. ¿Por qué habrían de permanecer ociosos los hombres? ¿Por qué habrían de codiciar un estado de inactividad que obliga a la sangre a correr con lentitud por las venas y hace que los músculos disminuyan en tamaño y fortaleza?
     La inactividad produce cansancio. Cierta amiga mía me contó que había estado en el hospital con escarlatina en su adolescencia. Vió cuán débiles quedaban los otros pacientes después de pasar tres semanas en cama, y decidió que eso no le sucedería a ella. De modo que cada noche, después de que apagaban las luces, ella se incorporaba en su lecho y hacía una variedad de ejercicios suaves. Cuando, después de tres semanas, se le permitió levantarse por primera vez, se deslizó fuera de su lecho y para consternación de su médico, jugó un vigoroso partido de ping-pong, sin dar señales de fatiga.
    No le recomiendo ese plan a usted. Podría ser arriesgado. Pero el incidente prueba la verdad de nuestra afirmación. La falta de ejercicio produce cansancio.
    También las drogas producen cansancio- las que tomamos para que nos estimulen, para que nos ayuden a permanecer en actividad, a continuar esforzándonos cuando debiéramos detenernos. Drogas tales como la cafeína en el café, el té y las bebidas a base de cola. Y desde luego las píldoras estimulantes.
    Alguien dirá: "Pero Señor Vandeman, casi todo el mundo usa alguna de estas sustancias".
    Sí. Pero se ha demostrado con toda claridad, que tarde o temprano los estimulantes nos traicionan, ya que invariablemente en el organismo se producen reacciones a su uso. A la excitación sigue la depresión. El sistema nervioso, excitado indebidamente, extrae energía de las reservas vitales. A esta vigorización temporal sigue la depresión. En la misma proporción en que los estimulantes vigorizan el organismo en forma provisoria, se produce también la depresión correspondiente.
    Las píldoras estimulantes pueden parecer muy inocentes. En el primer momento pueden dar la impresión de que son milagrosas. Pero tarde o temprano estas muletas químicas nos producen tropiezos. Y desde luego, en el caso de muchas de ellas -hasta con el café-, existe el peligro de que formen hábito, y aun que produzcan cierta forma de adicción.
     ¿Adictos al café? ¿Adictos a las bebidas a base de cola? ¿Píldoras estimulantes? ¡Vale la pena analizar la situación!

jueves, 9 de julio de 2015

3. Postrados por la Fatiga (1a parte)

3. Postrados por la Fatiga (1a parte)
George Vandeman
     Hace algunos años se publicó un libro que alcanzó gran circulación, llamado Cómo evitar el cansancio. Se vendió a ritmo fenomenal, debido a que en el mundo hay millones de personas que se sienten cansadas.
    He descubierto que en dondequiera que decida hablar acerca de cómo evitar el cansancio, no necesito los servicios de una agencia publicitaria para reunir una multitud. ¡Todo el mundo se siente cansado!
    Cansados, al borde de la postración. ¡Y con sólo una cuerda de la cual echar mano!
    Hemos dicho que todo ser humano comienza la vida con cierta reserva de fuerza vital, de energía. Una vez que ésta se termina, no puede ser reemplazada.
   Mucha gente usa ésta vitalidad, luego procura restaurarla echando mano de reservas superficiales, y se engaña pensando que el descanso ha suplido la pérdida. Por el contrario, siempre que echamos mano de las reservas profundas de fuerza vital, dejamos allí una cicatriz. En alguna parte del organismo las defensas se están desgastando. El cuerpo no es más fuerte que su componente más débil. ¡Y algún día, tal como la cuerda del monasterio portugués, su resistencia se romperá!
    No se puede negar que los seres humanos de nuestros días se hallan atrapados bajo la garra de la tensión nerviosa, el torbellino de los compromisos sociales, la urgencia de acomodarse a la costumbre; en fin, los ata una cadena interminable de presiones que parecen estar eternamente fuera de su control. ¡Respiramos ansiedad y tensión!
    Sin embargo, hay millones de personas que se mantinen despiertas y activas, y que procuran resolver sus problemas que crecen sin cesar, usando píldoras multicolores. No hacen caso de la luz roja que enciende ante ellos la naturaleza, y continúan precipitándose ciegamente hacia adelante.
    Ha de saber usted que la fatiga es la forma en que la naturaleza nos avisa que nuestra energía vital se está agotando. Pero la gente ignora el aviso, coloca una moneda en su caja de fusibles quemados de nuestro organismo, le enseña a nuestro sistema nervioso a mentir!
    ¡Cansados, fatigados, al borde de la postración! ¿No será tiempo de preguntarnos qué hace que uno se sienta cansado?
    Desde luego, la noción de que es posible vivir sin sentirse nunca cansado, necesita explicación. Existe un cansancio natural y normal que proviene del trabajo físico -un cansancio que se puede contrarrestar sin dificultades con una buena noche de descanso. Pero también existe cierta fatiga que no puede solucionarse con tanta facilidad, la cual nos obliga a usar nuestras reservas de fuerza vital. Esta es la clase de fatiga que nos preocupa. Esta es la fatiga que no debiera existir.
    ¿Qué hace, entonces, que una persona se sienta crónicamente cansada? ¿Qué es lo que hace que el individuo quiera poder detenerse como un reloj sin cuerda? ¿Se ha sentido usted así alguna vez? ¿Qué hace que ciertas personas sientan alguna especie de nostalgia por la vida futura, y se la imaginen como un descanso interminable e ininterrumpido?
    Mi Biblia no pinta la vida futura como una existencia de ociosidad perpetua. Ni tampoco creo, estimado amigo, que la suya lo haga. Escuche la declaración siguiente: "Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán" (Isaías 40:31). ¿Qué escogería usted, descanso, o fortaleza renovada? ¿Descanso o nueva energía?

miércoles, 8 de julio de 2015

2. La Tensión Puede Matar (4a parte)

2. La Tensión Puede Matar (4a parte)
George Vandeman
    Cada día que pasa se hace más profunda mi convicción de que nuestra reacción ante el stress es a menudo, si no invariablemente, dictada por la actitud interior, la filosofía básica de la vida que nos controla. ¿Qué consideramos importante? ¿Qué es lo que realmente vale la pena ante nuestros ojos? A nuestro modo de ver, ¿ante cuáles estímulos vale la pena reaccionar, y ante cuáles no?
    La ilustración siguiente expresa con claridad lo que quiero decir. Hace algunos años, Sidney Harris relató en el periódico Daily News, de Chicago, que en una cierta ocasión acompañó a un amigo suyo , cuáquero de religión, hasta cierto puesto de periódicos. El amigo compró un diario y le agradeció cortésmente al muchacho que lo atendía. Por toda respuesta recibió un gruñido.
    -Maneras solemnes las del muchacho, ¿verdad? -comentó el señor Harris.
    -Sí; así se porta todas las noches
    -Pero a pesar de todo, me di cuenta de que usted se portó especialmente cortés con él.
   Y el amigo cuáquero replicó:
    -¿Por qué habría de permitir que él decida la forma en que yo debo de actuar?
    ¡Qué filosofía! ¿Por qué habría de permitir yo que la gente -o las cosas- decidan cómo he de actuar, cómo he de reaccionar, cómo me voy a sentir -qué clase de día o de velada social voy a pasar? ¿Por qué habría yo de permitir que un conductor descortés -o una luz roja inanimada- eche a perder mi día? ¿Por qué habría de permitir que un extraño brusco -o un amigo atolondrado- (sin siquiera darse cuenta de ello, desde luego) eleve mi presión sanguínea o arruine mi viaje de placer?
    Vale la pena pensar en esto, ¿verdad? Es una idea digna de probar. ¿Será posible que el stress y la tensión puedan ceder ante un tratamiento tal?
    Algunos de nosotros generamos tensión a partir de las posibles catástrofes del mañana. Y a lo mejor hay buenas razones para preocuparnos. Puede ser que de veras se cierna una espada sobre el mundo. Quizás existe algún dedo pronto a deslizarse sobre un gatillo nuclear. Es posible que el futuro traiga una recesión económica. A lo mejor nuestro hijo Juan no pasará el examen. ¡Hasta es posible que lo suspendan!
    Pero la paz mental no depende de la tranquilidad del mar en que navegamos. La paz mental no es algo que logramos solamente al tenerla seguridad de que ninguno de esos temibles desastres se materializará. La paz mental no consiste en tener informes fidedignos de que ninguna bomba -literal o no- estallará. La paz mental verdadera radica en saber que la mano de Dios, esa mano que guía las raudas esferas en sus órbitas, sostiene también a éste mundo, y nos sostiene a nosotros.
    Catalina Marshall descubrió cómo aplicar estos conceptos en forma práctica a su vida personal, cuando dejó de darle instrucciones a Dios a cerca de qué hacer, y aprendió a orar lo que llamó la plegaria de la renuncia: "Señor, aceptaré cualquier cosa que tú desees hacer conmigo". 
    Job, el patriarca de antaño, había expresado lo mismo, miles de años antes que Catalina Marshall lo hiciera: "He aquí, aunque Él me matare, en Él esperaré".
   ¡La libertad de la tensión no consiste en navegar en aguas tranquilas, sino en poseer un alma serena, que ha puesto su confianza en Dios!

2. La Tensión Puede Matar (3a parte)

2. La Tensión Puede Matar (3a parte)
George Vandeman

   Pero volvamos al piloto del avión. Mientras se halla en vuelo no puede aumentar su provisión de combustible. Tampoco puede cambiar la resistencia a la tensión de diversas partes del avión, mientras va volando. lo mismo sucede en el caso del hombre, una vez que comienza el vuelo de la vida. Hay dos cosas que no pueden cambiar. Nace con cierta cantidad de combustible, cierta provisión de fuerza vital. No puede añadirle nada. Tampoco puede controlar el nivel de tolerancia de su cuerpo y su mente. tan sólo puede reconocerlos, y vivir de acuerdo con ellos. Lo único que puede hacer es ajustar las respuestas de su organismo al stress.
    Hemos de recordar que el cuerpo realiza ciertos ajustes automáticos ante el stress. Este es una parte de la vida. Hemos sido equipados para hacerle frente. Todo ser humano tiene un "amortiguador de stress" que el Creador le ha dado. Y éste debe ser usado.
   El stress es normal. también es normal responder a su estímulo. No hay nada de malo si ocasionalmente el cuerpo o la mente se alistan para soportar cierto stress imprevisto. Pero si ese estado de alerta, ese flujo extra de adrenalina, es demasiado constante, entonces se vuelve dañino.
   Por ejemplo, si caminamos por la selva y una fiera se abalanza sobre nosotros, en ese momento tendremos la capacidad de ver con mayor claridad, de correr más rápido y de saltar más lejos que en ningún otro momento. Esa es la respuesta automática del cuerpo ante la emergencia.
   Pero si una fiera nos estuviera persiguiendo continuamente, ¡entonces nos veríamos en graves dificultades!
     Es posible que estés pensando: "Sr. Vandeman, las fieras me persiguen todo el tiempo. Usted ha descrito perfectamente mi situación. ¿Pero qué puedo hacer para remediarlo?"
    Es cierto que que siempre es más fácil describir que prescribir. La psicología moderna ha aprendido ésta lección. Pero a través de los años he descubierto algunas formas excelentes de combatir la tensión y el stress, y me gustaría compartírtelas.
   En primer lugar, si estamos sometidos a un esfuerzo general excesivo, si la mente y el cuerpo se hallan igualmente agotados, en los casos en que la tensión se halla distribuida en forma uniforme, la solución es el descanso. Pero si la presión se halla localizada en una sola parte del organismo, la respuesta es la distracción o variación
   Por ejemplo, el remedio para la mente cansada no es el descanso sino la variación. La fatiga mental debe ser aliviada por el ejercicio y el cambio de actividad. Debe existir equilibrio entre la actividad física y la mental, entre la mente y el músculo, entre los nervios del movimiento y los nervios de la emoción.
   Ahora bien, otra cosa. Me pregunto si tu te sentirías escandalizado si te sugiriera que a veces la reacción defectuosa frente al stress tiene sus raíces en cierto egoísmo básico interior. Todos tenemos que combatirlo. Pero, ¿sabías que la Biblia prescribe el remedio perfecto para la inquietud y la irritabilidad que padece la persona cuya vida está centrada en sí misma?
    "¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?" (Isaías 58:6, 7).
    Escuchemos ahora lo que dice el versículo 8: "Entonces sí, amanecerá, como el alba, tu luz, y brotará repentinamente el remedio de tu mal" (Isaías 58:8, MV).
    Brotará repentinamente el remedio de tu mal. ¡Promesa magnífica! ¡Fantástica! Incontables hombres y mujeres han encontrado salud y paz mental cuando han dedicado su atención a ayudar a otros. No hay influencia más sanadora que la fuente de abnegación que fluye desde nuestro interior.
   ¡Sin esa influencia, perdemos mucho! Nos lanzamos en medio del torbellino de la vida con abandono tal que pronto perdemos hasta la última gota de nuestra fortaleza física y espiritual. Clavamos nuestra vista en un resplandeciente objetivo de éxito material. Pero cuando lo alcanzamos -si es que lo hacemos-, encontramos que la prueba de nuestro éxito es una úlcera estomacal o una trombosis. El stress ha cobrado su cuota. Y no tenía por qué suceder así. Jesús dijo: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas os serán añadidas" (S. Mateo 6:33).

jueves, 2 de julio de 2015

2. La Tensión Puede Matar (2a Parte)


Una de las contribuciones más valiosas e interesantes que haya hecho el Dr. Selye, ha sido señalar que todo ser humano comienza su vida con cierta reserva de fuerza vital o energía de adaptación. Una vez que ésta se termina, no puede ser renovada. Es como una cuenta bancaria de la cual podemos sacar dinero, pero en la cual no nos permite hacer depósitos.

Mucha gente usa esta vitalidad, la restaura de provisiones superficiales, y se engaña creyendo que el descanso ha compensado la pérdida. Por el contrario, cada ocasión en que se usan las reservas profundas de fuerza vital, deja una cicatriz.

El hombre que cree abusar de su cuerpo más allá de los límites normales y luego restaurar la pérdida con unas horas o unos días de descanso, se engaña a sí mismo. Es como el manirroto que saca dinero de sus ahorros, lo coloca en su cuenta de cheques, lo gasta y razona que no ha sufrido ninguna pérdida.

Es cierto que un individuo puede esforzarse hasta el límite de su capacidad  durante varios días. Y luego una buena noche de descanso puede refrescar y restaurar su energía vital casi al nivel original. 
Nótese que hemos dicho casi. Poco a poco la fuerza constitucional se desgasta. El esfuerzo, en alguna parte del organismo, está disminuyendo las defensas. El resultado de este proceso es lo que llamamos envejecimiento. El cuerpo no es más fuerte que su parte más débil. Y un día se quebrantará.

Encontramos una analogía conveniente en el vuelo de un avión. El piloto puede prepararse con gran cuidado para su viaje. Pero una vez que ha despegado, se halla a merced los factores que no puede cambiar. Uno es su provisión de combustible. El otro es la calidad de tensión que puede resistir la parte más débil de su avión. Él puede hacer planes para usar su provisión de combustible en la mejor forma posible. También puede procurar evitar hasta donde pueda la turbulencia. Pero no puede aumentar la cantidad de combustible ni reforzar la tolerancia al esfuerzo de la parte más débil del avión, una vez que está en el aire.

Por esta razón los fabricantes de aviones gastan sumas astronómicas con el fin de determinar cuánta tensión puede soportar la parte más débil de un avión sin causar daños estructurales.

¿Cuánto puede resistir la aeronave en un lugar determinado? Las cámaras fotográficas de alta velocidad que registran los resultados de estas pruebas, muestran la manera cómo ciertas pequeñas sacudidas rítmicas se desarrollan hasta convertirse en violentas vibraciones, hasta que el ala se quiebra en dos y se desintegra. Todo ello es el resultado de la fatiga metálica causada al oscilar el ala repetidamente hacia arriba y hacia abajo, lo cual produce la concentración de la tensión en un punto determinado de la estructura.

También la gente es así. Ni el cuerpo ni la mente pueden resistir demasiado esfuerzo o tensión en mismo lugar. Miles de personas se hallan en los hospitales mentales debido a que en sus mentes se han desarrollado verdaderos surcos. Los mismos pensamientos, los mismos problemas, los mismos temores y frustraciones, han hecho una huella cada vez más profunda hasta que la mente se ha desequilibrado. La mente podría haber resistido gran variedad de problemas. Pero no pudo aguantar el mismo, incesantemente.

La mente humana es el computador más elaborado que se ha producido. Pero es demasiado delicada como para resistir la violencia de un impacto continuo en un mismo punto. Y las mentes sobrecargadas, tal como los circuitos eléctricos sobrecargados, se las arreglan para quemar a veces un fusible. Ni la mente ni el cuerpo pueden ceder más allá de cierto nivel.

Los doctores H. S. Liddell y A. B. Moore, psicólogos de la Universidad de Cornell, Estados Unidos; revelaron que, en ciertos experimentos llevados a cabo con ovejas, una serie de incidentes cotidianos desagradables, aplicados en forma repetida, pueden con el tiempo transformar a una oveja en un animal neurótico que bala incesantemente, y con el tiempo puede causarle la muerte.

Eso mismo es lo que sucede a los seres humanos. El Dr. Juan Schlinder Dler, ya fallecido, declaró que “la mayoría de los casos de enfermedades de origen emocional son el resultado del monótono gotear de emociones desagradables, la carga cotidiana de ansiedades, temores, desánimos y anhelos”.
Esta declaración nos recuerda la tortura de la gota de agua. ¿Existirá alguna persona capaz de resistirla?


miércoles, 1 de julio de 2015

2. La Tensión Puede Matar (1a Parte)



2. La Tensión Puede Matar (1a Parte)
George Vandenman

    Nos prometemos que el día de hoy será diferente. Será un día sin tensión ni alboroto, sin aturdimiento ni agitación. Nos mantendremos en calma, serenos y sosegados, con lo cual pasaremos el día sin tropiezos.
    En cambio, despertamos y nos encontramos con un mundo de nervios destrozados, sonidos ensordecedores y compromisos ineludibles. Nuestro péndulo emocional oscila entre la paz y el pánico, nos lanzamos a una competencia frenética contra el reloj, recibimos el impacto reconcentrado de la tensión, y cada golpe nos hace vacilar un poquito.
   ¿Es lo anterior una descripción de tus días, estimado amigo?
   Es probable que así sea. Nuestra vida transcurre bajo el tic tac de un detonador universal. Hemos permitido que presiones antinaturales y peligrosísimas nos atrapen. Nos disgustamos si al querer entrar a un edificio, perdemos un solo compartimento de una puerta giratoria. Hemos comprimido nuestras vidas en cápsulas de alta velocidad, las cuales resultan indigestas. Y el costo de todo esto es altísimo.
   ¿Hay alguna forma de vivir con serenidad en ésta clase de mundo? ¿Cuánto podemos soportar? ¿Podrá resistir nuestro cuerpo la tensión en medio de la cual hemos sido lanzados? El esfuerzo constante puede matarnos. ¿Pero es necesario que suceda eso?
   Allá por el año 1925, un joven estudiante de medicina de la Universidad de Praga, al cual el arte de sanar llenaba de entusiasmo, notó algo que muchos otros médicos habían notado antes que él, a saber, que hay ciertos síntomas comunes a gran cantidad de enfermedades, por lo cual contribuyen muy poco a la exactitud del diagnóstico. Por ejemplo, el hecho de que un paciente se sienta enfermo, tenga una fiebre leve, haya perdido el apetito y experimente algún dolorcillo aquí y allá, no es de ninguna ayuda para que el médico pueda descubrir la enfermedad.
   El joven Hans Selye era demasiado nuevo en la profesión médica como para darse cuenta de cuán risible podía ser su pregunta a oídos de los facultativos de mayor experiencia -si es que alguna vez se atrevía a formularla. Pero continuó preguntándose por qué los médicos, desde el comienzo de la medicina, solían dedicar toda su atención a comprender los síntomas específicos de cada enfermedad, y nunca se habían preocupado de comprender en qué consiste el mero hecho de estar enfermo.
   ¿Qué hace que la gente se enferme -no con neumonía, escarlatina o sarampión, sino simplemente que se sienta enferma? ¿Por qué no podrían aplicarse a la solución del problema los métodos e instrumentos de investigación científica?
   Esa pregunta que surgió en la mente despierta de un joven pionero fue el comienzo de una vida dedicada a la investigación, que resultó en una contribución valiosísima para la humanidad -la mejor comprensión del stress a que nos somete la existencia.
   EL stress es simplemente el uso y desgaste que experimenta nuestro organismo durante la vida. Es lo que la existencia nos causa. El stress no es provocado necesariamente por algún problema que se precipita sin aviso cobre la mente y el cuerpo del ser humano. Puede causarlo el simple hecho de cruzar una calle de mucho tránsito, leer con luz insuficiente, el llanto de un bebé, en fin, una variedad interminable de hechos cotidianos -aun la alegría.
  No es posible evitar completamente el stress. Pero sí es posible, y muy importante, ajustar nuestra reacción ante él, fortalecer las defensas del organismo contra su acción.
   La ciencia médica sabe hoy que muchas enfermedades son causadas mayormente por errores en la forma como el cuerpo reacciona ante el esfuerzo, en vez de ser causadas por gérmenes, tóxicos o cualquier otro agente externo.