jueves, 25 de junio de 2015

1. ¿Vas a morir papá? (2a parte)

¿Vas a morir, papá? (2a parte)
George Vandeman

   Si el control de la existencia está en manos de alguna lotería incógnita pero todopoderosa, ¿por qué los fumadores viven vidas más cortas que los que no fuman? ¿Por qué las compañías de seguros de vida consideran que un individuo que pesa más de lo normal constituye demasiado riesgo? ¿Por qué los que hacen ejercicio sufren menos ataques al corazón, y viven así más tiempo? ¿Sucede ésto tan solo por casualidad?
    La historia de la antigua nación de Israel se ha convertido de pronto en elgo interesante y pertinente, ahora que todos nos hemos convertido en seguidores de la ecología. ¿Sabías que Dios proveyó en el antiguo Israel un plan maestro, un programa piloto, cuyos principios, si se aplicaran hoy, ayudarían en gran manera a resolver los problemas relacionados con el ambiente?
    es posible que tú sepas que Dios puso al alcance de los israelitas gran variedad de leyes, preceptos y regulaciones, mientras se dirigian desde Egipto a Palestina. Es posible que hayas supuesto que todas esas leyes eran de naturaleza religiosa, y que se referían únicamente a problemas morales, o que a los más se extendían a las ceremonias y rituales de la nación. Esto no es verdad. Muchas de las leyes de Israel, provenientes directamente de Dios, estaban destinadas a proteger el ambiente.
   ¡Qué espectáculo! Seiscientos mil israelitas, con antecedentes higiénicos propios de esclavos, viajando a través de un desierto ardiente sin ninguna comodidad ni medicinas. ¡Ocasión perfecta para el estallido de una epidemia! Y sin embargo, no sucedió. O quizás debo modificar ésta declaración, diciendo que las únicas epidemias que se registran en su larga peregrinación, sobrevinieron como resultado directo de su descuido o rebeldía en seguir las instrucciones divinas.
   Es cierto que vivían al aire libre. Sin embargo, se tomaron todas las precauciones contra la contaminación del aire. No se permitía la existencia de ninguna clase de deshechos humanos dentro del campamento, y se ejerció todo el control posible en el tratamiento de dichas sustancias fuera de él (Deuteronomio 23:12-14). Esta preocupación por la limpieza constituía para cada individuo la primera línea de defensa contra la enfermedad, y era la protección de la comunidad contra la contaminación y la pestilencia. El bienestar de cada persona dependía de cuán cuidadosos fueran todos los demás en la disposición de los deshechos humanos y en su cuidado del delicado balance de la naturaleza.
   Toda persona que se hubiera puesto en contacto con enferemedades contagiosas era aislada del campamento, y se la colocaba en cuarentena hasta que ella, junto con toda persona o cosa que hubiese tocado, fuesen declarados limpios (Levítico 15:4-12). Más tarde, si en las ciudades que habitaban, había una casa que fuese declarada impropia para habitar en ella, debía ser destruída para impedir que se convirtiera en el elemento contaminador (Levítico 14:45, 47).
   Si piensas que la comprensión ecológica y los conocimientos sanitarios de los que gozaba Israel constituían simplemente un reflejo del pensamiento médico popular de ese tiempo, éstas equivocado. Allá por el año 1552 AC, poco antes de que Moisés naciera en Egipto, se escribió un famoso libro egipcio de medicina. Se lo llamaba el Papiro Ebers, y sin duda revela con exactitud los conocimientos médicos de la época. ¿Te gustaría oír dos o tres recetas de ese libro?
   "Para evitar que el cabello se vuelva gris, úntelo con sangre de un ternero negro hervida en aceite, o con la grasa de una serpiente de cascabel".
   Para detener la caída del cabello, se prescribía lo siguiente: "Cuando se cae el pelo, un remedio consiste en aplicar una mezcla de seis grasas diferentes, a saber: de caballo, de hipopótamo, de cocodrilo, de gato, de culebra y de cabra montés. Para fortalecer el cabello, debe untarse con un diente de burro pulverizado y mezclado con miel".
   Las víctimas de mordedura de serpientes venenosas recibían en aquellos días, de manos de los médicos, un "agua mágica" para beber -agua que había sido derramada sobre un ídolo especial. Y a las heridas causadas por astillas enterradas en la carne les aplicaban sangre de gusanos y estiércol de asno. Por cuanto las esporas del tétanos abundaban en el estiércol, no ha de causarnos ninguna extrañeza el que ésta enfermedad hiciera numerosas víctimas entre los que se enterraban las astillas.
   Sin duda Moisés, debido a su preparación para la corte real, debió estar familiarizado con el Papiro de Ebers, y los israelitas deben haber conocido muy bien los remedios que este documento señala. Fue a ésta clase de personas a quienes Dios reveló principios completamente revolucionarios en cuánto a ecología e higiene, principios que se adelantaban en miles de años a su época.

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